Abdallah era, por belleza, el José de su tiempo y se había
casado con una Aminah, que era hija de Wahb, un nieto de Zuhrah, el hermano de
Qusayy. El año del matrimonio fue el 569 de la era cristiana. El siguiente a
éste, conocido como el Año del Elefante, Abdallah, se había ido para comerciar
a Palestina y Siria con una de las caravanas; de regreso al hogar se había
alojado con la familia de su abuela en Yathrib, y allí había enfermado. La
caravana prosiguió sin él hacia la Meca; cuando Abd al-Muttalib se enteró envió
a Harith para que acompañase a su hermano en su retorno tan pronto estuviese
suficientemente bien para viajar. Sin embargo, cuando Harith llegó a la casa de
sus primos sus saludos encontraron respuestas de condolencia, y al instante
comprendió que su hermano había fallecido.
Grande fue la aflicción en la Meca cuando Harith volvió. El
único consuelo de Aminah era el hijo que estaba esperando de su marido ahora
fallecido, y su alivio fue mayor a medida que se fue acercando el momento del
parto. Era consciente de una luz en su interior, y un día brilló desde ella con
tan gran resplandor que pudo ver los castillos de Bostra en Siria. Y oyó una
voz que le decía: "En tu seno llevas al señor de este pueblo, y cuando
nazca di: Lo pongo bajo la protección del Uno, contra el mal de los que
envidian. Luego, ponle por nombre Muhammad." (1.1.102).
Unas semanas más tarde nació el niño. Aminah se encontraba en
casa de su tío y envió un mensaje a Abd al-Muttalib pidiéndole que fuese a ver
a su nieto. Abd al-Muttalib tomó al pequeño en sus brazos y lo llevó al
Santuario y al interior de la Casa Sagrada, donde pronunció una plegaria de agradecimiento
a Dios por el don recibido.
Como era costumbre en las grandes familias árabes, los niños
eran llevados al desierto para ser amamantados y destetados. Así fue presentado
Muhammad para ser llevado, pero ninguna de las mujeres quería tomarlo para
amamantarlo ya que era un niño huérfano de padre, entonces no veían que
beneficio podían obtener de él, ya que su abuelo era demasiado distante, y en este
caso habrían sabido que Abd al-Muttalib era ya un hombre anciano del que, con
toda razón, no era de esperar que fuese a vivir mucho más tiempo. Cuando
muriese, sus hijos y no su nieto serían sus herederos. En cuanto a Aminah, era
pobre; y por lo que al niño se refería, su padre había sido demasiado joven
para haber adquirido riqueza. Había dejado a su hijo poco más de cinco
camellos, un pequeño rebaño de ovejas y cabras y una esclava. El hijo de
Abdallah era ciertamente vástago de una de las grandes familias; pero también,
con mucho, el más pobre de los niños que aquel año ofrecieron a esas mujeres.
Por otro lado, aunque los padres adoptivos no tenían por qué
ser ricos, no debían ser sumamente menesterosos. Entre los posibles padres
adoptivos se contaba con Halimah y su marido que eran más pobres que cualquiera
de sus compañeros. Siempre que se dio la posibilidad de elegir entre ella y
otra, fue la otra la preferida y elegida, y no pasó mucho tiempo antes de que a
todas las mujeres, excepto Halimah, les hubiese sido confiado un niño.
Solamente la nodriza más pobre no tenía niño y solamente el niño más pobre
estaba sin nodriza.
Halimah no quería abandonar Meca sin un niño al cual criar,
ya que todas sus amigas ya tenían uno consigo, así que le dijo a su esposo que
iba a tomar al niño huérfano y el estuvo de acuerdo, pensó que tal vez podían obtener
alguna bendición de Dios por medio de ese niño. Así tomó Halimah a Muhammad y tan
pronto como lo puso en su regazo sus pechos rebosaron de leche para él, así también
ocurrió el milagro con su vieja camella que les dio leche hasta que quedaron
satisfechos.
Fue así como ellos se dieron cuenta que al niño pobre que habían
tomado le acompañaba una gran bendición.
Recopilado de: Muhammad: Su vida basada en las fuentes más antiguas Martin Lings
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